jueves, 6 de enero de 2011

Reseña de Virgilio López Lemus sobre el poema-libro Colómbico

“Luis Rafael inventa a Cristóbal Colón”
(reseña de Colómbico)

Por Virgilio López Lemus


Si imitáramos un partido de fútbol, de inmediato todos ahora mismo gritaríamos: Liiiiiiiiibroooooooo, porque a eso equivale Colómbico, de Luis Rafael, a un buen gol en materia libresca, a un extraordinario poema, diz que novelado, que quizás implante un récord de longitud entre los poemas cubanos, arrebatándole el lauro al ínclito Samuel Feijóo de Faz. Todo un logro este raro texto de nuestro amigo.

Todo un logro por diversas razones. Luis Rafael no se suma al realismo imaginativo que ha hecho de Colón una personalidad histórica a la que le sirve cualquier sayo, sino que deriva de él, y de su saga, lo más poético de su vida y laboreo epopéyicos. Luis Rafael logró de entrada hallar en las arduas biografías del Descubridor lo que de poético tiene una vida célebre. No hay vida sin poesía. La poesía es inherente al estadio de la especie humana transitando sobre el planeta, y la acompañará de modos diversos en su epopeya cósmica. Llegará a haber poesía en Marte, fuera del sistema solar y en el espacio interestelar, por dondequiera que surque una nave terrícola. Cristóbal Colón le ensanchó a la cultura occidental el marco de referencias de su vasta y rica creación poética, heredera de Babilonia y Egipto, de Grecia y Roma. Proponiéndose otras cosas, económicas por cierto, el Descubridor halló que de esta parte del mundo había también poesía viva, entre el “buen salvaje” que habitaba las islas maravillosas y, sobre todo, entre los civilizados inca, maya y azteca, que ya la tenían incluso como tal, como expresión del alma humana, del individuo y de colectividades.

Colómbico nos trae el aura casi de monólogo, a veces exteriorizado y a veces interior, de una de las personalidades decisivas de los últimos siglos en la historia de la humanidad. Luis Rafael lo hace de manera múltiple: narrando, con cuentos que incluyen ricas anécdotas, pasajes biográficos ciertos y atribuidos; además, le atribuye imaginativamente a Colón frases extraordinarias, inteligentes, poéticas; contextualiza y extrapola en el tiempo, para lo que usa paradojas y anacronismos muy poéticos; goza con la intertextualidad, como aquella puramente literaria más que anacrónica de citar fragmentos de obras de poetas diversos sin comillas o evocar obras literarias famosas, que ofrecen una simpática chispa de humor.

Cuando uno va alcanzando la mitad del libro, o sobrepasándola, siente una fatiga inevitable, la de la larga carrera versal mayoritariamente de arte menor, fatiga que es la del corredor de fondo, que entraña grados diversos de placer. Colómbico no es una lectura de una sentada, no pueden serlo 165 páginas a dos columnas. Tiene momentos más altos y otros estancados, lo cual puede decirse incluso del Quijote, pero hay instantes brillantes que uno agradece, siempre en el plano del intelecto, porque este es un poema para la intelección, no está construido con materiales emotivo-sensoriales, sino con pensamiento firme, planificación evidente de la obra que, sin embargo, fluye con espontaneidad. Los juegos constantes de palabras, conceptos, ideas y anécdotas son los impulsores principales de la lectura, más que la trama misma. Uno se acostumbra a buscar la sorpresa lexical, y ese es uno de los méritos fundamentales de Colómbico.

Luis Rafael se sitúa en el panorama de la lírica cubana de hoy, con un texto insólito, novedoso, singular. Ya es buen récord el suyo. Pidió como acompañantes unos dibujos del magistral José Luis Fariñas, poeta en líneas y palabras, quien también ilustra de manera muy complicada la fina cubierta. Tuvo, para suerte de estrellato, una editora brillante, como lo es Mayra Hernández, y un formato muy bien avenido con el texto.

Si algo sé de poesía, y creo saber “un tantico así”, estamos ante un libro notable que no podrá ser ninguneado en el futuro recuento de la literatura cubana. El antiarte de ningunear, tan común entre cubanos, no puede mucho contra las obras bien hechas, y Luis Rafael ha hecho bien la suya. Vengan los detractores de ocasión, los limpiabotas del arte, profanadores de versos, momias del criterio o zoilos del disparate; vengan a decir, por lo bajo, que este poema es muy largo o que aquí peca y allá empaca. Todo ello lo resistirá este libro, incluso sus propios posibles defectos. El arte de la palabra es resistente cuando el autor, talento por medio, se prepara con hondura, pasión y alegría creativas.

Así pues, el entusiasmo saluda a este poema, a esta novela o poema novelado. Yo me apresuro a poner con los más, con los césares críticos, mi dedo pulgar hacia arriba.




(Hotel Inglaterra, La Habana, 9 de julio de 2003; palabras de presentación del libro.)

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