viernes, 18 de septiembre de 2009

Rinconete sobre Pedro Juan Gutiérrez

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Rinconete > Literatura
Martes, 21 de julio de 2009

Pedro Juan Gutiérrez y el «realismo sucio»



Por Luis Rafael

Periodista casi anónimo hasta la publicación de su Trilogía sucia de La Habana en 1998, Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950) rumiaba su literatura al margen de la farándula artística. Había decidido aprender solo el oficio. Comenzó leyendo cómics, hasta que a los 16 años el descubrimiento de Desayuno con diamantes, de Truman Capote, lo marcó a tal punto que llegó a decirse: «Si algún día escribo, quiero hacerlo de este modo». ¿Cómo? Según relata en una entrevista: engañando al lector, intentando «que no parezca literatura lo que hago sino un chisme que le cuento muy bajo al oído, un secreto entre el lector y yo, algo que nunca se podría contar en voz alta». Justamente, la naturalidad y el prosaísmo de su expresión, que rehúsa el maquillaje literario, convierten a su narrativa en una propuesta original que conecta con lectores de medio mundo.

Cualquier tradición literaria puede ser interpretada y continuada desde diferentes perspectivas, pero las experiencias vitales determinan en gran medida los abordajes artísticos. La vertiente que elige y en que se inscribe la obra de Gutiérrez será la de un realismo contemporáneo que ahonda en lo peor del ser humano, en lo «sucio» o miserable de personajes y situaciones que se alejan de modelos ideales y testimonian el fracaso de las utopías.

El título de su trilogía habanera, que apellida «sucia», vinculaba a Gutiérrez a la corriente del dirty realism surgida en la década de los setenta y que pretendía desnudar a la literatura de cualquier elemento superfluo, de cualquier adorno lingüístico o técnico, para decir cosas de forma directa, en una actualización del realismo que debe bastante a figuras como O. Henri, J. D. Salinger, Charles Bukowski, Raymond Carver o Henry Miller, por la procacidad, la precisión y la parquedad de sus discursos, que llegan incluso a lo escatológico y se convierten en exageraciones morbosas del naturalismo. Tal es la visión que de la capital de Cuba ofrece Pedro Juan en los relatos de la Trilogía sucia de La Habana («Anclado en tierra de nadie», «Nada que hacer» y «Sabor a mí») y en las narraciones que quedaron al margen de este libro inicial y desarrolló en nuevos textos, cual capítulos inconexos de una misma novela que delimita sus preocupaciones: El Rey de La Habana (1999), Animal tropical (2000), El insaciable hombre araña (2002), Carne de perro (2003).

La metrópoli que Pedro Juan describe y los personajes que presenta, difieren de la ciudad y los personajes de Alejo Carpentier o José Lezama Lima. Su óptica es más próxima a las ofrecidas por Carlos Montenegro, Virgilio Piñera, Guillermo Cabrera Infante y Reinaldo Arenas, que tomaron como base de sus ficciones lo peor de sus entornos, seres alienados, azuzados por un medio adverso donde sólo interesa sobrevivir. Sin embargo, no por eso debe tachársele de falsa, ya que la narrativa de este periodista-escritor resulta tan auténtica como un retrato, presenta los fotogramas de su barrio y el testimonio de un tiempo de crisis existenciales y morales. Enraizado en Centro Habana, Pedro Juan Gutiérrez ha convivido con la precariedad y la animalidad, con un mundo sórdido y marginal, violento y sin finalidad, de droga, sexo y perversiones, de inevitable «realismo sucio».

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